El olivo que vive delante del Lucero del Alba es como un
amable duende que guarda la entrada a la casa. Siempre verde! A la primavera
saluda con su minúscula flor amarilla, en verano da su sombra fresca al que se
sienta debajo y en otoño empieza a ofrecer su fruto cual se queda cada vez más
morado y lleno de aceite. Si no se cosecha se vuelve negro en invierno y es el
manjar mas rico para todo pájaro. Sobre todo para los insectívoros que salen
tímidamente del bosque en busca de proteínas vegetales. Desde la ventana de
arriba observo, sus movimientos
huidizos, los colores de su plumaje me brincan al ojo y siento la alegría como
cuando me visitan los amigos.
Todo vuelve a tener sentido cuando nos envuelve el invierno
en su abrigo frío y blanco.
En el pasado verano mucho fruto fue picado por una mosca que
echa a perder la oliva para nuestro consumo. Tantos litros que faltarán en
nuestra cocina! sin embargo, la naturaleza nos dejó suficientes kilos de
arbequina para el aperitivo.
Salvador cosecha las olivas que estaban buenas, en
noviembre, las pone en agua un tiempo, las adreza con las hierbas del campo y
al cabo de unos meses acaban en nuestro paladar.
Amigos venid a probar! Están perfectas, tiernas, no blandas,
sabrosas, nada aguadas, deliciosas con el vermú.